Unidos por una misma pasión, los Reyes conviven entre salidas a entrenar, charlas de carreras y anécdotas. Padre e hijo comparten el amor por las dos ruedas y tienen en común las ganas, la ambición en competencia y el compromiso por lo que hacen. Ignacio mamó de chico este deporte y ahora se ilusiona con seguir aprendiendo en cada desafío. Pablo reparte sus horas entre el trabajo, el entrenamiento y la familia, con la satisfacción de participar y dejar lo mejor en cada carrera. Para conocerlos un poco más, los visitamos en su casa y charlamos del ciclismo que tanto los apasiona.
El mayor de los Reyes recuerda sus inicios en las pruebas de la región. “Antes salía a andar en bici pero no corría. Un día me largué y no paré más”, resumió. Sus primeros pasos los dio con 27 o 28 años, en una carrera en parejas a la que lo invitaron. ‘Nacho’ creció dentro del ambiente y en ocasiones participaba de las pruebas infantiles que acompañan los grandes eventos. A los 14 se decidió a correr en serio. “Que mi papá sea ciclista tuvo mucho que ver. Hace 6 o 7 años que lo veo correr la Vuelta al Valle y desde antes en el mountain bike con muchos amigos, lo veía”, confesó. “Tiene carreras como menor, de cuando íbamos a alguna carrera de campeonato provincial, él llevaba la bici y hacía la de los nenes pero no entrenaba. No se dedicaba, era un pasatiempo”, agregó Pablo.
Con el tiempo, Nacho recurrió al profesor Cristian Marican para que acompañe su crecimiento deportivo. “Yo nunca lo entrené. Opino de afuera y doy mi punto de vista pero la relación de él con su entrenador es aparte. Siempre hay diferencias, por ahí uno con los años aprende y va conociendo el cuerpo. Yo intento darle detalles para acortarle lo que es el aprender. A mí me costó un montón de años aprender cómo entrenar, conocer mi cuerpo para saber cuando estoy bien, cuando estoy cansado. Pero él tiene su entrenador y muy bien lo lleva, están a la vista los resultados”, señaló Pablo. Su hijo asegura que esas palabras siempre se tienen en cuenta. “Siempre lo escucho, prácticamente todos los días hablamos de bicis y siempre me da algún consejo. Yo empecé sabiendo mucho porque escuchaba, empecé con mucho conocimiento que quizás él no lo tuvo cuando arrancó y eso es una ventaja”, afirmó.
A pesar de hacer el mismo deporte, padre e hijo entrenan por separado. Nacho está cursando el secundario en la ESRN 24 y Pablo cumple con largas jornadas laborales. Rara vez coinciden en la ruta. Nacho aprovecha las tardes para salir a rodar y Pablo entrena cuando el trabajo se lo permite. “Yo estoy entrenando dos horas y media promedio, por día. Entreno 6 días a la semana”, dice el menor. “No nos combinan los horarios y aparte seguimos nuestro plan de entrenamiento. A él no le conviene salir conmigo y a mí no me conviene salir con él”, explicó Pablo. La excepción pueden ser los fines de semana, donde se sale a andar más kilómetros y es bueno tener compañía. “Con el trabajo, siempre a las corridas, pero ya es una forma de vida. Uno se acostumbra. Lo que más te jode es que no tenés tiempo para el descanso. Cuando uno aprende a entrenar sabe que una parte fundamental es el descanso”, indicó. “Acomodo toda mi vida para tener las horas para salir a hacer lo que quiero hacer”, resumió.
Un pilar en esta organización familiar es Fernanda Castaño, esposa y madre de esta dupla de deportistas. “A mí siempre me apoyó en todo, me ayudó a que creciera en el deporte”, dijo Pablo. “A mí también, desde que arranqué. En el tema de bici ella no opina porque no sabe, no se mete en la carrera pero está en todo, en el marketing, en la logística, en la comida. Va y nos apoya. A la que más le tengo que agradecer es a mi mamá. Sin ella, todo se complicaría”, agregó Nacho. El juvenil respeta una dieta especial elaborada por una nutricionista, una razón más para valorar el acompañamiento de la mujer de la casa. En este sentido, Pablo intenta comer sano pero sin tanta rigurosidad. “Yo aprendo de estas cosas con él, tratando de cuidarse con el peso también”, reconoció.
En un hogar donde se respira ciclismo, las previas de las competencias pueden ser difíciles. Sin embargo, ambos aseguran que han aprendido a enfrentar la ansiedad y los nervios. “Lo he asimilado bastante y lo vengo llevando bien. Salvo que sea un objetivo que se prepara como Río Pinto, que antes de la carrera pensás… ¿Y si te pasa algo? ¿Y si pinchás? Cualquier cosa te puede dejar afuera de algo que preparaste por tanto tiempo. En esas carreras es imposible no ponerse nervioso”, señaló Nacho. “El nerviosismo está siempre pero hay que saberlo manejar. Creo que hasta el mejor deportista a la hora de una competencia importante, se debe poner nervioso. Hay que saber sobrellevarlo para que no te traicione. Con los años lo aprendés pero no te voy a negar que 10 minutos antes estoy nervioso”, confesó Pablo.
Este año, los Reyes se midieron como rivales en el Triatlón de la Pera. Ambos estuvieron en condiciones de pelear la general por equipos, pero con diferentes compañeros. Pablo recibió la posta un poquito antes y dejó el parque cerrado con cierta ventaja, pero Nacho no perdió tiempo y salió a buscarlo en el circuito. Su competencia interna le puso picante a la prueba combinada allense. “Corríamos en contra, llegamos prácticamente juntos y lo definieron nuestros compañeros”, resumió Nacho, que finalmente se subió al escalón más alto del podio. “Por lo general no hay una competencia directa. En este caso el equipo son tus compañeros, el trotador y el nadador. Son cosas de carreras, él estaba mejor que yo y salió mejor tiempo. Cada vez que vamos a una carrera y nos presentamos, queremos ganar. Tenemos ese espíritu los dos, para eso entrenamos”, sentenció Pablo.
Fotos: Gentileza / Audio disponible en Soundcloud